18 ago 2007

Cuento RD:COM 300

Micaela y el ovillo de amor.

Era un día miércoles amenazante, el cielo estaba oscuro cargado de nubes a punto de dejar caer su cargamento de agua.

Micaela se dio cuenta que no podría salir a los campos con la ita, como ella le decía a su abuelita. La ita, le había prometido que este día podría acompañarla al campo a recoger parte de su cosecha de papas.

La semana anterior, le había estado ayudando a hilar la lana de las ovejas, que tenía guardada desde hacía un tiempo.

¡Bueno ¡ pensó Micaela ,ya que no podremos salir, debido a que se avecina un temporal, le diré a mi ita que me enseñe a hacer esos ricos panes amasados que tanto me gustan.

Ita, estaba en la cocina prendiendo los leños que recién había traído.

Pasaban gran parte del día alrededor de la gran cocina comedor, era el lugar mas acogedor y cálido de la casa porque la cocina estaba prendida todo el día.

¡Ita! ¡ita! ¿Qué vamos a hacer hoy si no vamos a salir?

La anciana miró a su nieta con su mirada cálida y llena de amor. La niña había sido como su hija, ya que ella la había criado desde que nació. El vínculo creado entre ellas era tal, que casi no necesitaban palabras para entenderse.

¿Te acuerdas de la lana que me ayudaste a hilar? Pues bien, hoy nos dedicaremos a tejer, necesitas un gorrito, los otros ya están muy pequeños para tu cabeza.

¡Pero ita, yo no sé tejer y me voy a aburrir!

Micaela bajó la cabeza entristecida, ya que no iba a poder colaborar con su ita.

Se sentó al lado de ella y cual sería su sorpresa cuando ésta, le entregó un pequeño paquete alargado, prolijamente envuelto con una cinta y una flor en el moño.

¿Que es? Preguntó Micaela y le brillaron sus ojitos. Rápidamente lo desenvolvió y dio un grito de alegría.

¡Pero ita! , que voy a hacer con esto?? eran unos pequeños palillos de plástico anaranjados (carey)

A lo que le respondió suavemente su abuelita, ¡estos te los tenía para tu cumpleaños, pero creo que ha llegado el momento en que te enseñe los secretos del tejido! ¿Quieres?

Micaela corría de un lado para otro y daba saltitos de alegría, al fin iba a poder compartir otra actividad con su ita.

Buscó su silla bajita, la que le había hecho su abuelito antes de irse al cielo y se sentó alegremente al lado de su ita, quién ya la estaba esperando con un ovillo de lana y los palillos que le había regalado.

Un ovillo de amor, que siempre las mantendría unidas.

Fin

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